22 ago 2024

La ciudad de Koro (reseña del libro Koro y otras partes)

 2024









LA CIUDAD DE KORO, DE RICARDO DÍAZ BORREGALES

Es un mundo distópico. Al fin hemos logrado el cometido: el remanente de casas coloniales de Coro ha desaparecido. Dejando atrás los símbolos de un pasado de desigualdades, grupos sociales de poder  y los vínculos con una tradición caduca. Al fin hemos podido fundar la nueva ciudad, moderna y progresista, esa que se parezca al hermano mezquino de los pueblitos o campitos paraguaneros. La "ciudad chorreando orines milenarios" ha muerto para siempre. !Lo logramos!!

Termino de leer los textos de Koro y otras partes. Coro, Edición del autor, 2017, del falconiano Ricardo Díaz Borregales. Una lectura pendiente desde hace mucho. Con especial interés leeré La Casa y Diablo, adorado diablo, pero quería reportar la lectura que me debía desde su envío.

Narrador nacido en Coro en 1978, Diseñador Gráfico y TSU en Artes Audiovisuales, Díaz Borregales ha publicado otros libros como La Casa (2008), La vida es basura (2011), Niños, meteoros y otros causantes del fin del mundo (2014), Herida, costra y cicatriz (2016) y Diablo, adorado Diablo (2019). También poeta, ha merecido reconocimientos nacionales e internacionales como mención especial en  la XII Edición del Concurso Nacional de Narrativa Salvador Garmendia (2017) y  mención de honor en 13er Certamen Internacional de Novela Corta Ediciones Mis Escritos de Argentina (2019). 

Koro y otras partes recoge once relatos que se engranan como las piezas de un rompe cabezas. Juego de lego que nos sitúa en un tiempo sin piso, sin seguridades. Una atmosfera al mismo tiempo fantasmal, sinuosa, asfixiante, y al mismo tiempo hosca, huraña, terrible. La utopía es una construcción hermética, de bloques y asbesto, sin ventanas. Igual de desamor, memorias liquidas, picoteos sobre la realidad que no es. La ironía y el desdén ante impostura y falsedad entronizados. No es Coro, es el mundo fragmentado lo que entrega el autor y allí el brillo que a ratos vislumbramos. 

Es la reconstrucción de una genealogía. Y quizás el personaje más acabado sea ese Gustavo Millán que muestra toda la locura de la que somos capaces. El joven esquizoide que se hace gobernante y con decisión y autoridad logra al fin mejorar el paso de los Médanos, la eficiencia de los servicios públicos, el bienestar general que desde Ambrosio Alfinger hasta Henry Hernández se ha perseguido sin logro satisfactorio. Todo, eso si, sobre la demencia del poder y sus arrebatos. Ese capaz de todo. Ese que se expresa en todos los confines de "nuestro insólito universo." 

Los relatos de Marina y Teresa y el final, el de Adrián, que cierra el engranaje, me gustaron especialmente, e igualmente el del gobierno koriano de Gustavo Millán. 

¿Retrato de nuestras élites de ayer, hoy y siempre? ¿La familia disfuncional que somos? ¿Los pisatarios de un hotel llamado Venezuela, al que aborrecemos y del que jamás podemos despegarnos pues solo en él podemos ser, así vivamos en Madrid, Sidney o  Boston? ¿Nuestra marca, lo que nos define y no podemos disolver? ¿Una ciudad -Coro/Koro- cuyos entresijos aún tienen mucho que decirnos?  La escena de El Pabellón Laclé es estupenda. Otra huella del autoritarismo que esencialmente somos. 

Entre la locura y el sexo, Cerati desnudo, entonado y borracho, se deja practicar una felatio por una desdentada Lydda Franco convertida en "patrimonio cultural del pueblo falconiano". Mientras Popo Barraez puede ser ese niño con la cabeza metida en una bolsa, empeñado en encontrar los testículos de la estatua del cacique Manaure. Los recursos subversivos no exceden, contrario a la recurrencia de crónicas, poemas y ensayos en la misma urbe desde 1965 y Poemas Circunstanciales, lo cual uno como lector agradece. Ya está bueno de recursos baratos para mostrar rebeldía. KASEGA fue imitación burda hace ya 50 años.     

El conjunto es un libro de irregular factura, quizás inacabado, que sin embargo va creciendo a medida que se avanza en sus páginas. Al final deja placer en el lector, interrogantes, piezas de un puzzle que quedan dando vueltas. Gusto. Buen sabor. Personajes, situaciones, momentos, lugares, pasillos, rincones, grutas, arena de mar y médanos... Y ya eso creo que vale la dedicación. 

Agradezco a Ricardo Díaz Borregales este Koro y otras partes. Disfruté leerlo y recomiendo su lectura. Soy un aficionado -no tengo estudios ni formación en literatura-, así que solo pretendo hacer llegar mis impresiones hasta un autor y a posibles lectores. Un texto que deja ganas de seguir leyendo.


Isaac Abraham López 

Mérida, amanecer del miércoles 21 de agosto de 2024

Fotografía: Guia de Venezuela de F. Benet. 1928


Descarga Koro y otras partes acá


R.

29 abr 2024

Día del Libro y el Idioma

 2024












II Festival del Día del Libro y el Idioma, realizado el martes 23 de abril de 2024 en las instalaciones del plantel UEN SIMÓN BOLÍVAR, ubicado en la urbanización Las Velitas de Coro. Mi agradecimiento a las autoridades del plantel y a los coordinadores del evento, en especial a la profesora y poeta Maglys Leal por la cordial invitación.


R.

13 mar 2024

El Sol de Barro en Coroculto

 2024










Artículo de la poeta y amiga Maylen Sosa dedicado a la Fundación Editorial El Sol de Barro, publicado en la edición 008 de marzo 2024 de la Revista Coroculto. 

Muchas gracias a todo el equipo de la revista.

https://www.instagram.com/corocultorevista/

3 feb 2024

Análisis de La Casa

 2024







LA EXISTENCIA HUMANA EN PERSPECTIVA. ANÁLISIS DE LA NOVELA “LA CASA” DEL ESCRITOR RICARDO DÍAZ BORREGALES

Resumen

El artículo realizado cuenta con una serie de aportes desde la teoría del análisis literario y del existencialismo como corriente filosófica que profundiza en los problemas del ser como ente desde lo individual hasta lo colectivo. La investigación tuvo como propósito profundizar en los aspectos cognoscitivos de carácter filosófico que la literatura puede alcanzar mediante la construcción de narraciones ficcionales usando como base la obra “La casa” de Ricardo Díaz Borregales. El método utilizado fue la dialéctica con el cual se analizó a profundidad el discurso de los personajes de la obra seleccionada en la búsqueda de los elementos del existencialismo que determinan al ser humano desde la filosofía. Como conclusiones se obtiene que en “La casa” puede clasificarse como una novela existencialista, donde hay una elaboración ficcional realista en la que se proyecta tanto la realidad efectiva como la perspectiva filosófica propia del existencialismo filosófico, el cual es mostrado por el escritor por medio de su lenguaje literario.


Para leer el artículo completo, aquí

Para descargar la revista literaria De la Crítica, aquí


Mi agradecimiento a la autora Obdulis Rivero Rodríguez, a la revista literaria De la Crítica, y al Fondo Editorial UNEFM.

19 ene 2024

El nuevo poemario de Maylen Sosa

 2024












El pasado miércoles 17 de enero se realizó la presentación del libro "La tentación de lo abierto", escrito por la poeta Maylen Sosa y editado por la Fundación Editorial El Sol de Barro. El evento se efectuó en la Barbería de Bululo, la cual estuvo plena de amigos y familiares de la poeta, además de amantes de la poesía. La parte musical estuvo a cargo del talentoso músico Suso González y las palabras de presentación de la obra fueron pronunciadas por el poeta José del Carmen Barroso. Los asistentes  pudieron disfrutar de los textos de este poemario leídos por la propia autora y expresar sus opiniones acerca de esta y otras obras de la poeta. La moderación del acto estuvo bajo la responsabilidad de la locutora y licenciada en Literatura Juanita Becerrit. Es oportuno recordar que esta fundación es una organización no gubernamental, sin fines de lucro, que tiene como finalidad la difusión de la obra de escritores y artistas plásticos venezolanos, especialmente del estado Falcón. Entre sus integrantes también se cuentan Manuel Coronado, Ricardo Díaz Borregales y Anthony Alvarado.









Nota de prensa: José del Carmen Barroso

Fotografías: Alejandro García, Anthony Alvarado, Ricardo Díaz Borregales

Video y edición: Anthony Alvarado y Suso González


1 ene 2024

Colección 15 años DESCARGABLE

 2023












LA CASA (2008)  /  descargar  /  leer

LA VIDA ES BASURA (2011)  /  descargar  /  leer

NIÑOS, METEOROS Y OTROS CAUSANTES
DEL FIN DEL MUNDO (2014)  /  descargar  /  leer

HERIDA, COSTRA Y CICATRIZ (2016)  /  descargar  /  leer

KORO Y OTRAS PARTES (2017)  /  descargar  /  leer

DIABLO, ADORADO DIABLO (2020)  /  descargar  /  leer


R.

2 sept 2023

POZO DE SOMBRAS LA NOCHE, discurso de José del Carmen Barroso

2023
















POZO DE SOMBRAS LA NOCHE
José del Carmen Barroso

La noche coriana, de un día cualquiera de comienzos de la década de los años noventa, parecía un pozo de sombras, como dice el proverbial tango, y yo caminaba con un grupo de amigos muy despacio sin temor al tiempo porque la juventud era conmigo. En ese entonces yo era un coriano de Costa Arriba, que había venido desde los verdes profundos de Mirimire a cursar estudios universitarios y quería escribir crónicas sobre los bares de Coro, porque, influenciado por las películas del director español Pedro Almodóvar, me interesaba el mundo sórdido y las historias rocambolescas. Para eso era necesario adentrarme sobrio y escrutador en los recovecos de la noche; y salir de ellos ebrio, al filo de la inconsciencia. 

Había encontrado una lista de bares en algún libro de nuestro querido amigo y cronista sentimental de la ciudad, Tito Guerra, todos con nombres de tangos o boleros, dos géneros que calaron hondo entre nuestra gente. Aunque el bolero, por su ausencia de piruetas y dificultades dancísticas fuese el predilecto de los enamorados de esta geografía para juntar y mecer suavemente sus cuerpos al ritmo de una pena de amor o de sus propios y ardientes deseos. La Cumparsita, La Barca, El Garúa, Loco Lindo, Noche de Ronda, recuerdo que estaban en aquel inventario dionisíaco. Había visitado noches antes los bares de Pantano Arriba, los que aún existían de aquella lista del profesor Guerra,  y ahora era el turno de los bares del Mercado Viejo y el barrio La Guinea. 

Luego de tomarnos varios tragos en La Barca, ante los murales de brillante pintura de esmalte que decoraban aquel lugar, alguien avisó que ya era hora de irnos al Garúa. Y hacia allá nos dirigimos caminando, como debe recorrerse Coro, mientras el sereno procura domesticar la calura y la cabra sin ojos del poeta Rafael José Álvarez "cruza el viento y tasca la noche negra y embrionaria".

Llegamos al Garúa y al traspasar las batientes nos quedamos pasmados como quien ve una aparición, como quien ve uno de esos espantos que a esa misma hora recorren también la ciudad, porque "en esta ciudad (por si alguien lo pone en duda) espantan, por Dios que espantan", me lo dijo Miranda, el poeta, plantado como un ángel, bajo la luz de un poste de la calle Zamora, y yo le creí y le sigo creyendo, pues me lo dijo con el rostro encendido por el cocuy y quien lleva cocuy en la sangre no miente.

Entrar al Garúa fue como entrar al carro de los años 20 de la película de Woody Allen "Medianoche en París", aquella en la que un vehículo o un carruaje le servían a un escritor como máquina del tiempo para trasladarse a 1920 o al cabaret Voltaire de la "belle epoque". Con la diferencia de que tras esas puertas batientes habíamos descubierto al Coro de los años 40 y 50, incluso, de los 60 y 70. Allí estaban un cuadro de Gardel y una foto de Marilyn Monroe, entronizados como imágenes principales de aquella capilla pagana. Y por aquí y por allá un retrato de Farrah Fawcett, otro de Cherry Navarro o de cualquier estrella bosquejada por Castejón; un cartel de Pepsi Cola de los años 1600, y otros de refrescos Grapette y Bidú, al lado de una publicidad de Kerosene Shell, de Cafenol y de cigarrillos Lido impresa esta última en reluciente papel glasé. Y lo más grandioso: aquella rockola de cristal cóncavo que encerraba en su interior, como a un pájaro, una foto de la casi olvidada Chichí Caldera en el show de Víctor Saume. 

Llegué a casa al borde del amanecer y después de tomarme un café me senté a escribir una crónica que titulé "En el cielo de Marilyn y el arcángel Gardel". El poeta Emilio Chirino coordinaba en esa época una página literaria en el desaparecido diario La Prensa y consideré conveniente darle mi escrito para que lo publicara ahí. Esa ha sido la crónica que más se ha publicado en Coro. Lo juro. No porque fuese buena, sino porque cada vez que la publicaban cometían tantos errores de tipeado que yo indignado iba al periódico y exigía que la publicaran nuevamente. La última vez que la publicaron, el poético título que tanto me enorgullecía se había convertido en algo así como: En el suelo con Marilyn y en la cárcel Gardel. ¡Por Dios!

Bueno, tal vez exagere.

Disculpen la subjetividad de este texto que debió ser discurso de orden y ha devenido en crónica, pero no puede ser de otra manera, porque la historia del Garúa es también la historia de cada uno de sus clientes, la de aquellos hombres que lo frecuentaban hace 80 años y la de esos jóvenes que en la actualidad lo descubren y lo visitan con el mismo asombro de los jóvenes de otras épocas, y se hacen selfies y escuchan con atención las historias del mejor cronista oral de Coro, quien, como escribiera Enmanuel Camejo, "se desarma en anécdotas": Luis "Wecho" Ruiz, descendiente de aquel Luis que ocho décadas atrás, en 1943, en la misma esquina donde funcionara la bodega de Telósforo Ruiz, fundara esta historia, el mismo año que Francisco Fiorentino grabara el tango Garúa con letra de Enrique Cadícamo y música de Aníbal Troilo para la casa discográfica RCA Víctor. 

Yo me imagino a aquellos primeros clientes asiduos  hablando de sus amores, de sus cuitas y venturas,  o cantando a viva voz el bolero más "corta-vena" a falta de palabras para verbalizar su propio melodrama de radionovela cubana; comentando las noticias que el ocurrente Márquez Yánez había leído ese día en Radio Coro, sobre la segunda guerra mundial, tal vez, o sobre alguna inauguración del presidente Medina Angarita. Me imagino a un cinéfilo, a un Alejandro "Morrison" García de los años 40, contando emocionado que había leído en el diario La Esfera o en el recién creado diario El Nacional la reseña sobre el estreno en Caracas de la película Doña Bárbara, basada en la novela del gran escritor venezolano Rómulo Gallegos, estelarizada por la joven y prometedora actriz mexicana María Félix.

Me figuro también a los vecinos del bar tarareando las melodías que surgían de la rockola y que llegaban, debilitadas ya, hasta sus casas, esos mismos vecinos nobles que aún hoy permanecen en el barrio, entre los cuales hay que mencionar a los Ruiz, Pirona, Castro, Curiel, Camacho, Rojas, Martinez, Acosta, Quiñones, Jiménez, Borges, Véliz, Dirinot, Faneite, Sánchez, Miquilena, Mora, Silva, Piña, Namías, Zamarripa, Acacio, Cobis, Hernández,  Atienzo,  Revilla, Arión, Riera, Pinedo, Petit y Granadillo familia, esta última, que contaba y sigue contando, al igual que la familia Véliz, con mujeres de belleza inigualable.

Un bar, dije un día como hoy del año 2018, no es solo un espacio físico donde se celebra la vida o se ahogan las penas en alcohol, sino también es metáfora de una ciudad. Sí, eso es precisamente el Bar Garúa, una metáfora, un símbolo, pero también un Aleph como el de Jorge Luis Borges, donde convergen todos los puntos de Coro. Este bar, que viene del barro amasado con el agua escasa que el viento que nos rige, se dignó dejar caer sobre la reseca tierra antes de lanzar lejos las nubes;  y que fue cocido con nuestro fiero y encrespado sol, ha sido testigo de cómo la ciudad ha ido rebasando el espacio de su centro de casas, hermosas y monumentales, construidas en tiempos de la colonia y que en un una época eran la única representación de Coro, su espacio urbano, su historia y cultura, y ha creado diversos anillos, como escribiera Ángel Rama, desde donde en la actualidad se puede enunciar también la ciudad. 

Cuando uno dice El Garúa, dice también La Guinea, y cuando pronunciamos La Guinea, es la palabra Coro la que resuena en nuestra mente, esa que designa una ciudad que se extiende en todas direcciones mucho más allá de las 400 varas castellanas que conforman el espacio incluido en la declaratoria de la UNESCO de Coro y su puerto de La Vela  Patrimonio de la Humanidad. 

Aquí, en lo que para algunos sería el margen, también hay riqueza patrimonial: la primera, la representada por su gente buena y noble, que conserva la gentileza y hospitalidad del pueblo originario guiado por Manaure; que guarda, como tesauro vivo, expresiones que nos distinguen, la "fabla", diría el poeta Paúl González Palencia, que configura nuestro gentilicio coriano; gente que a través de la oralidad y de la escritura luego, como es el caso de Eudes Navas Soto, Nelson Arteaga Pachano, Juan Orlando Aguilar y Tito Guerra, transmiten sus historias mínimas, pero no por ello menos importantes que la historia oficial; que retrata a sus personajes populares con lenguaje amoroso, que baila al ritmo del tambor y canta como quien reza con inquebrantable fe.

Y está esa otra riqueza patrimonial, la de sus espacios, unos sencillos, pero con calidez para la vida familiar, otros para el tránsito y otros para la socialización. En estos últimos espacios, verbigracia el Garúa, se afianzan amistades, se comparten vivencias, se entrelazan anécdotas, se inician amores, se generan manifestaciones culturales, se arraigan tradiciones, se intercambian vocablos, se vive la ciudad toda, a plenitud, en igualdad. Eso lo han entendido siempre nuestros poetas y artistas plásticos, nuestros músicos y hacedores de cultura en general, quienes desde los años 50 del siglo XX han acudido puntuales a la barra de este bar a compartir entre tangos y libaciones su sensibilidad creadora, sus universos particulares, sus visiones del arte y de cuanto tema existe sobre la faz de la tierra. Desde que los poetas Hugo Fernández Oviol y Ramón Daniel Medina descubrieran esta esquina de gracia, en los tiempos de la temida Seguridad Nacional, y comenzara luego su conquista por intelectuales y sabios como Virgilio Medina, el bachiller Amaya y don Luis Dovale, aquel que ocultaba en el bar, en complicidad con don Luis Ruiz un multígrafo para la lucha subversiva, este bar ha contado con los latidos de demiurgos de la palabra, de la imagen y los sonidos para prolongar su existencia. Entre sus cuatro paredes retumbó la voz grave, como "un toro de percusión", del poeta Rafael José Álvarez, circuló el verbo cronicario de Nelson Arteaga Pachano y Eudes Navas Soto;  la poesía se volvió “casa plena” con los poemas de Paúl González Palencia, y con los de Ramón Miranda, Darío Medina, Pedro Sierra, Darío Polanco Bravo y Luis Alfonso Bueno, quien por desavenencias políticas con el fundador hizo un receso de cincuenta años, hasta que en 2017 retornó como el hijo pródigo con un poema de reconciliación bajo la manga, el cual reza entre sus versos:

"Sin confinarse al mínimo universo
Garúa dice Coro, y si tuvieran
color los sentimientos
en el de la modestia estaría el suyo,
y la voz de Luis Ruiz que le dio nombre
-ya más de medio siglo de los de antes-
puede reflorecer en otras voces
que arden generaciones y promesa." 

 Y más adelante:

 "Dice tanto Garúa en su gran lengua
que ya es Coro quien habla.
Y es cuando digo apenas
que esta casa hace esquina con la vida".

La tradición de estos poetas de hacer del bar Garúa espacio vital para el encuentro la continuaron los escritores de las generaciones subsiguientes: César Seco, Celsa Acosta, Ulises Daal, Emilio Chirino, Gregorio Meléndez, Simón Petit, Olimpio Galicia, Rubén Darío Tinoco, Liliana López Sánchez, Emilis González Ordóñez, Raquel Tirado, Maylen Sosa, Marvella Correa, así como una novísima generación integrada por Iván Gómez, Cristina Gutiérrez, Liwin Acosta, Anthony Alvarado y Ricardo Díaz Borregales. 

A esta pléyade hay que unir los nombres de artistas plásticos como Domingo Medina, considerado la A del arte falconiano, el iniciador del discurso plástico moderno entre nosotros y fundador de la Escuela de Artes Plásticas Tito Salas. Junto a Medina el bar recibió también a Roberto Chirinos y la magia de sus duendes, Emilio Peniche y sus rostros melancólicos ocultos en su carpeta, Julio Camacho, Chucho Ruiz, Erwin Dovale y su algarabía, Henry Curiel, de quien se conserva en el bar una de sus primeras obras escultóricas; José Gotopo y su inteligencia luminosa haciendo gala de su irónico humor; la hermosa Haydée Granadillo, una de las primeras mujeres en atreverse a entrar al bar, como Trinidad y Cristela Cham; Régulo Gutiérrez, Emiro Lobo, Alirio Sánchez, Nicasio Duno, el artesano Alexis Sánchez (gran amigo del bar y siempre solidario con los proyectos del Garúa), Alexis Sánchez Hidalgo, Wiche Colina, Mercedes Zavala, Francisco Sánchez, Manuel Coronado, Leonel Vera, Mario Loaiza, Pemo, Frank Contreras, Rómulo Peña, Jhomar Loaiza, Orazio Scarcella e Ysabel Pernalete. Imposible soslayar al gran actor Alfredo Medina encarnando ora a Hugo, el poeta; ora a Miranda, el precursor.

Al extenderse la fama del Garúa como uno de los mejores sitios del país para la bohemia, el bar ha recibido con beneplácito la visita de personajes de nombradía nacional e internacional como Julio Jaramillo, Alberto Granados, Manuel Alfredo Rodríguez, Manuel Caballero, Manuel Bermúdez, Luis Alberto Crespo, José Balza, Juan Nuño, Alfredo Silva Estrada, Sonia Sanoja, Reinaldo Pérez So, Vladimir Acosta, Régulo Pérez, Gabriel Jiménez Emán, Gustavo Dudamel, Aldemaro Romero, Inocente Carreño, Carlos Duarte, Floria Márquez, Huáscar Barradas, los hijos de Alfredo Sadel, Suso González, Román Chalbaud, Dilia Waikarán, Fina Torres, la periodista Valentina Quintero, la miss Venezuela María de las Casas, acompañada por la marquesa María Isabel Zárraga Tellería y otras damas pipirisnais. 

Es justo y necesario recordar a los músicos populares de Coro que han forman parte de la banda sonora de esta historia:

Benjamín Mora, Adán Fornerino, Paché Vargas, Miguel Camacho y la Camachera, Raúl Penso, Maiolino y los músicos de la Orquesta Sinfónica, los hermanos Gustavo e Israel Colina, Amador Muset, el Gordo Valles, Orangel Lugo, Alí Chirinos, El Inmenso, Manuel Pachano, y muchos otros que se me escapan porque esta es una lista parcial y arbitraria, hecha de memoria y la memoria es traicionera. Espero que los no nombrados me puedan disculpar y sepan que también son importantes e imprescindibles en este relato sobre un fragmento de nuestra bien amada ciudad, la cual está hoy de júbilo porque el Consejo Legislativo del Estado Falcón ha decidido reconocer aquí, en esta emblemática plaza, la importancia que tiene el Bar Garúa para la cultura coriana y declararlo patrimonio cultural, no solo de la ciudad de Coro, sino del estado Falcón en general. No podía ser en otro lugar este evento si no frente a la muy querida familia Pinedo, portadora de las llaves de La Guinea y de todo Coro, familia noble fundada por la recordada Perminia, sacerdotisa de la bohemia coriana, según el testimonio del inconmensurable cronista Eudes Navas Soto. Este acto marca un precedente en el reconocimiento de nuestros espacios populares como valores culturales que deben ser preservados para generaciones futuras como testimonio de un tiempo y una sociedad de altos principios morales, de solidaridad y de respeto.

¿Qué hacer con la ciudad? Se preguntó en 1965 la poeta, coriana de San Luis, Lydda Franco Farías. Ya tenemos la respuesta. Ya sabemos qué hacer. Entonces hagámoslo.

 
Señoras, señores, gracias plenas.

(Discurso pronunciado en la sesión solemne del Consejo Legislativo del Estado Falcón en ocasión de la declaratoria del bar Garúa como Patrimonio Cultural del Estado Falcón)

Fotografía: Emilis González Ordóñez