2016
A continuación el excelente artículo
escrito por la profesora Wilmara Borges:
La
literatura falconiana de estos primeros dieciséis años del siglo XXI es la
expresión escrita de la grandiosa diversidad que nos hace y nos dibuja ante el
mundo como un espacio de encuentro entre lo árido y lo fluvial, el calor
tropical y la frescura montañosa; es
búsqueda, encuentro y desencuentro constante del ser que se desplaza entre
el dolor, la muerte, el renacer, lo cotidiano y lo inesperado en voces que
gritan, suspiran, reclaman, alaban y describen la vida desde espacios
disímiles, colmados de complejidad y sencillez (nunca de simplicidad), se trata
de ese espacio de intimidad que se hace común cuando el escritor decide darle
forma literaria, pero también es posible toparse con ese otro espacio
comunitario que se hace íntimo en la palabra de quien escribe.
Los
temas que emergen desde las distintas voces de la literatura falconiana abrazan
un solo tema desde diversas perspectivas (creo que toda la literatura (especialmente
la poesía), en general, hace lo mismo), el gran tema es la vida y cada quien la
interpreta desde donde la materia que su estado sentimental le ofrece -diría Amado Alonso- le permite interpretarla,
así Ennio Tucci, por ejemplo, interpreta la vida desde su bicicleta que desanda
con él a cuestas por las calles de Coro y se confunde ante la imagen de una
mujer y se detiene ante la presencia del amigo y añora las tardes en la escalera
de la vereda y el sabor de las tetas de la señora Margarita y que finalmente se
detiene para saborear la escasez y la presencia de Dios manifestado en una niña
cachetona que lo espera.
Otra
poeta, escribe la ausencia de alguien que la hace ver en los pequeños detalles
de los quehaceres diarios “De qué se trata” y va describiendo eso (de lo que se
trata) con ternura, calma, desespero, llanto, alegría, rabia y paz; pero
Jennifer Gugliota, también reclama y golpea con su palabra un sistema que nos
convierte en números y letras y nos despoja del alma y no le da importancia a
ningún sentimiento; y como ella, Flor Smith, describe desde la sensibilidad que
otorga el día a día colmado de pacientes, enfermedades y “batas blancas” ese
mismo sistema, y se hace una con la impaciencia del paciente, con la burla de
la enfermedad y la impotencia (y la potencia) del médico que también es humano,
y también siente pese a la insensibilidad del sistema al que se apega.
Mientras
tanto, hay quien ve una novela o un personaje de farándula y lo disfruta y lo
acaricia y lo vive y lo interpreta y lo reescribe y se divierte y nos divierte:
vive. Es el caso de José Barroso y sus Crónicas de Narragonia. Este mismo
autor, nos lleva de paseo por un cuerpo ajeno y nos hace sentirlo plenamente
con la furia y la calma (no dual sino complementaria) de una “Pantera de Java”,
y en otro espacio nos revela a su pueblo natal con sus costumbres, sabores y
sentimientos en “Diario de los Santos” y en un lugar distinto, nos regala su
visión sobre algunos poetas falconianos en un ensayo titulado “Poetas que
viajan en la voz de un animal”.
Otros
ven y escriben la vida desde la enfermedad, desde la gracia (y la desgracia) de
estar enfermos y vivir y gozar y sufrir la enfermedad que se hace uno con
ellos: César Seco.
Existe
quien interpreta esa misma vida desde la muerte, desde lo sacro, desde esa
dualidad hombre – Dios que se conjuga en una sola persona que es Jesucristo,
pero que también eres tú y soy yo y es él, esta interpretación la ofrece Nohé
Gilson en su poemario “Oscura Agonía silente Grita”, y casi en antagonismo con
esta visión se manifiesta el escepticismo religioso en breves composiciones que adquieren en el
lector la forma de un bisturí que empieza haciendo cosquillas hasta que penetra
lenta, suave y mortalmente en el ego, eso lo logra Darío Medina con sus
“Epigramas”.
Hay
también quienes interpretan esa misma vida desde adentro: caminan alrededor del
templo sin fijare en él, la bicicleta les pasa por un lado sin saber si detenerse
o si bordearlos, la chica de los quehaceres es una imagen más o menos robótica
que se divisa desesperada a lo lejos, el médico y el paciente acosan y
persiguen a la vida, mientras ellos contemplan todo, pero se detienen sólo
cuando la mirada apunta fija hacia su propio interior y escriben desde allí
proyectándose a sí mimas en la vida de muchos, proyectando a esa vida a la que
generalmente se le resta importancia y de la que no hablan ni comentan los
medios porque no es la vida común, es la vida de una, es la vida: Emilis
González desde el desamor que reta a la dignidad para engrandecerla o hundirla,
Raquel Tirado desde el ser que nace, muere y renace cada día en una misma
persona, Maylen Sosa desde la entrega absoluta y silente del alma, el
pensamiento y el cuerpo.
Hay
otro espacio importante que lo llena la metáfora, la alegoría que se desprende
de la narrativa y que también es una interpretación de la vida, de lo que
ocurre diariamente no en la calle, ni la casa, ni la escuela, ni en el trabajo,
sino en ese mundo que tiene vida propia y que es habitado por más de uno. Uno
sólo es el que escribe -diría Borges- los otros habitan, viven y a veces matan.
Una breve y complicada interpretación de la vida en ese mundo la ofrece la
narrativa de Ricardo Díaz Borregales, la cual es, en mi humilde opinión, muy
prometedora.
Respecto
a los géneros en la literatura falconiana actual es la poesía la que más se
ofrece pero la narrativa, el ensayo y la crónica, también se manifiestan como
géneros de envergadura que descubren la grandeza de la falconianidad a través
de la manifestación literaria.
En
cuanto a las corrientes o movimientos literarios que caracterizan este periodo
es atrevido y arriesgado hablar, no sólo por tratarse de una época que aún está
siendo vivida y sentida y por tanto aún está adquiriendo forma, sino, y sobre
todo, porque hablar de movimientos literarios en el estado Falcón implica
reconocer una deuda que los académicos tenemos desde hace muchos años con
nuestros escritores y con nosotros mismos. Sin embargo, puede verse a claras
luces que hay un desplazamiento común en los temas que asaltan subconscientemente
desde el contexto al texto literario: en el romanticismo parece ser el hombre
el centro de todo, pero no es sólo el ego el que se apropia de las letras sino
que la utopía, la pasión exacerbada por algo o alguien y la búsqueda constante
e incansable del ser y el amor a la muerte se ponen de manifiesto en las
creaciones literarias desplazando a Dios
(sin soltarlo) y acompañando al hombre; luego la exaltación de lo propio será
el centro de las manifestaciones costumbristas y de lo exótico el de las
creaciones modernistas.
En las
creaciones literarias que representan al estado Falcón en estos últimos
dieciséis años, repito, es osado y muy arriesgado delatar a algún movimiento o
corriente literaria, pero definitivamente, el centro de la escritura es la vida
y sus fluctuaciones, cada escritor toma de ella lo que ella misma le ofrece y
lo interpreta desde su ventura o desventura, optimismo o pesimismo, desde sus
diversos estados de ánimo, desde el rechazo o la aceptación, en fin, desde el
día a día que no es pasado ni futuro, sino presente eterno, petrificado en cada
letra. Es lo que somos.
Wilmara Borges