29 oct 2015

Edén: Coro (Interludio - Capítulo IV)

2014

Intro
Capítulo I
Capítulo II

Capítulo III


Interludio

«¿Qué es esto que me brota de la cabeza? —se preguntó la última mujer del planeta—. ¿Pelos? ¿Alambres?». Un adulto, tras años de contemplarse en el espejo, debiera aceptarse tal cual es. No era su caso. De niña había sufrido las inseguridades y traumas propios de la edad: menstruación, sobrepeso, el tamaño de sus pechos; pero aquel problema capilar, ese que continuaba atormentándole en su madurez, se había llevado el premio mayor. «¿Por qué el cabello me crece así, tieso, “malo”, arremolinado e impeinable; hacia arriba y hacia los lados, totalmente opuesto a lo que dicta la ley de gravedad y algunas estrellas de rock?». En el liceo la habían bautizado “pelos de alambre”, algunos la llamaban “pelo impermeable” y otros mucho peor. A pesar de haber abandonado las aulas hace más de quince años, las risas de sus crueles ex compañeros de clase seguían resonando en sus oídos: «pelos de alambre, pelos de alambre, pelos de alambre...».

 Capítulo 4

Y como pasa con algunos animales e insectos que entre sus dotes tienen la capacidad de entrar en estado de estivación y despertar meses después, Indio Lenon abrió los ojos. Lo primero que pensó fue que se había quedado ciego; luego, que estaba muerto. No podía doblar las piernas ni levantar los brazos ni darse la vuelta, solo sentía una incómoda rigidez bajo su espalda y sobre su pecho. Tosió con fuerza y la boca se le llenó de arena. Entonces, como una especie de fatídica revelación, lo supo:
«Me han enterrado vivo».
El Indio se lo tomó con calma. «Estas cosas pasan». Siempre intuyó que algo así podía sucederle; por eso, llegada la hora, prefería un buen nicho. Aunque… «¿Cómo hará la gente para dejarle flores a los que están más arriba?».
Enseguida comenzó a excavar como pudo. Con uno, con dos, con cuatro dedos. Primero hacia abajo para aliviar la tensión en los codos y liberar sus brazos, luego hacia arriba, hacia la superficie. «¿Y si arriba no es arriba? ¿Y si me han enterrado de cabeza?». Durante el ascenso o descensose topó con varios cráneos, vísceras secas y miembros amputados. Cuando el revivido finalmente sacó la cabeza una ráfaga de lluvia radiactiva le enjuagó el rostro. «¡NO ESTOY MUERTO!» gritó. De inmediato clavó los ojos en la oscuridad y poco a poco apareció en su campo visual un viejo tanque de guerra. Más allá, en la penumbra, una lóbrega y ruinosa casa.

El ahora prófugo de su tumba prematura avanzó torpe entre la arena y se introdujo con dificultad por una de las ventanas rotas; aquel recinto parecía un enorme depósito de cachivaches: relojes, sillas chuecas, mecedoras descocidas, campanas, maracas, discos de acetato… «Que mal gusto, no hay ninguno mío». También halló recortes de periódicos, docenas de artículos acerca de niños que vaticinaban la caída de un meteoro y el fin del mundo. «Los niños saben. Saben».
De repente percibió una delgada línea azul colándose por debajo de una puerta y al abrirla, para su sorpresa, halló a uno de los pasajeros del hidroavión sentado frente a un televisor. «¿Qué hay de nuevo, viejo?», preguntó Bugs Bunny desde la pantalla. Con cautela Indio Lenon se acercó al hombre del sillón y se le quedó viendo. A pesar de los arañazos, de la nariz rota y algunos pelos arrancados, aquel siniestro bufón aún se veía… ¿gracioso? Tenía la cara pintada como antes, pero ahora llevaba una media negra en la cabeza y una licra de leopardo que le cubría todo el cuerpo. «¿De dónde sacó esta ropa?». El Indio pasó una mano por delante de aquellos ojos amoratados y al no percibir ninguna reacción le tocó en un hombro. Casi se desmaya de la impresión cuando éste de pronto le saludó:
—Muchacho, te vas a morir de la risa con lo que te voy a contar.
Indio Lenon notó que al payaso también le faltaba un brazo y que en su mano buena, la única que tenía, reposaba una sucia pala.
—¡TÚ! —gritó—. ¡Fuiste tú quien me enterró vivo, hijo de puta!
—¿Eh? Sí, he sido yo. Pero dime, ¿ahora que estás fuera de tu tumba no extrañas la Muerte?
Colérico, el Indio le arrebató la pala y justo cuando iba a asestarle el palazo un súbito vértigo lo paralizó. PUM. PUM. Terribles punciones comenzaron a azotar su cabeza. PUM. PUM. La habitación se combó como quien ve por la mirilla de una puerta, todo se veía lejos; las paredes se alargaron adoptando una perspectiva imposible, irreal; el Conejo de la Suerte saltó del televisor y dio brincos por todo el lugar hasta perderse en el pasillo.
—Sinceramente fue lo mejor que nos pudo ocurrir —continuó hablando el de la nariz roja—. Digo, lo del hidroavión. Era repugnante ir rodeado de tanta gente, hedíamos. Míranos ahora, serenos, felices... ¡Ah, pero la felicidad es relativa, muchacho! Lo menos que tienen los hombres de hoy es sentido del humor. Y no los culpo, vivir en un mundo devastado y si mujeres no es nada gracioso. Nadie quiere un bufón… ¡Quieren un bufón salvador! ¿Te has fijado cómo la fe prospera en época de incertidumbre y confusión? Hay quienes incluso ven la efigie del Señor en el fondillo de un perro. Yo no puedo. ¿Tú tienes perro? Seguro sabes que no se puede recoger la caca recién hecha porque corre uno el riesgo de embarrarlo todo. Siempre es mejor esperar a que endurezca, así el trabajo resulta más sencillo. Todo en la vida es igual.
Y finalmente ocurrió que el payaso, sobreviviente de un accidente aéreo y de un meteoro misógino, sufrió un infarto y todos sus problemas acabaron. «Los infartos siempre dan risa dijo, apretándose el pecho con júbilo—. ¡Ahhh! Es el final que ya por fin ha llegado, me ha venido a buscar, espero jamás volver a comenzar. Y que los muertos no resuciten… ¡Ahhh!». 
Ahí estaba otra vez esa grotesca boca sin dientes.

 
Incluída en "Niños, meteoros y otros causantes el fin del mundo" (2014).


R.

1 ago 2015

Actividad 2015

2015
















Bautizo de "Crónicas de Narragonia",excelente libro de cuentos del poeta y amigo José Barroso. Acto efectuado en el Balcón de los Arcaya el día 2 de julio de 2015.




















Afiche del XIII Concurso de Poesía y Cuento Rafael José Álvarez 2015, donde tuve el honor de participar como jurado junto a Gilmer Contín y Yeglimar Pereira.Resultó ganadora Angélica Alvarado por su magnífico cuento "Anatomía de un farol". ¡Felicitaciones Angélica!






































"Cartas de Puro Amor Coriano", concurso literario patrocinado por el diario Nuevo Día, donde nuevamente tuve el honor de participar como jurado junto a Yennalber Sánchez y Gilmer Contín. Resultaron ganadores: el profesor Víctor "Tito" Guerra, Calíxto Gutiérrez, Carmen Jurado Brett, Francisco Hernández y Rebeca del Carmen Reyes. ¡Mis felicitaciones a todos!





















Publicación de los relatos "La niña cíclope", "Piñata" y "Ya me voy" en la revista ALHUCEMA (España), revista internacional de teatro y literatura, en su edición #32. Mi agradecimiento a los amigos Emilio Ballesteros y Camilo Morón.

Alhucema #32

Página oficial de la revista Alhucema.














"Reencuentro de Poetas" al que lamentablemente no pude asistir. Al poeta y amigo Antonio Robles, gracias por incluirme.


R.

2 jun 2015

Edén: Coro (Capítulo III)

2014

Intro
Capítulo I
Capítulo II


Payaso / soy un triste payaso / que en medio de la noche / me pierdo en la penumbra / con mi risa y mi llanto...  En las oscuras profundidades del desierto de Coro, adyacente al antiguo cementerio indio, un clandestino y concurrido prostíbulo, único establecimiento visible en aquel inhóspito paisaje, ofertaba su lasciva mercancía.
        El Cliente, un humilde artesano zoofílico asiduo al lugar, desmontó de su “querida” burra parda y la ató en una de las barandas de la entrada. «Lo siento amiga —le susurró—, pero dos mendigos no pueden pedir comida juntos». Le acarició el pelo de la crin al animal y cruzó el umbral.
        Revise su (vehí)culo antes de abandonar este local rezaba un cartel en la puerta. Dentro, las risas plumíferas, el olor a sudor rancio y las deprimentes melodías que expelía la rockola, describían a la perfección aquel libidinoso Mos Eisley coriano. No puedo / soportar mi careta / ante el mundo estoy riendo / y dentro de mi pecho / mi corazón riendo.
        —Bueeenas —le salió al paso el Coronel, un truhán aprovechador que alternaba los roles de madame y cantinero del local—. Tiempo que no venías por acá, Careconcha. ¿Vas a comer o a coger?
        —¡A comer, a comer!
        —Ahí me quedaron algunos sobrados de asadura y chivo en vara.
        —¿Qué es eso de chivo en vara?
        —Un animal con un palo metido en el rabo.
        —¿Y no tiene más nada, capi?
        —Más nadita, Careconcha.
        Hambriento como estaba, el Cliente prefirió no ponerse exigente, llevaba meses alimentándose de legumbres radioactivas. Unas buenas chanfainas le vendrían bien.
        Mientras esperaban a que saliera la orden el Coronel, viejo proxeneta acostumbrado a tratar con todo tipo de gente, se propuso desplumar esa misma noche a su cliente más esquivo.
        —¡Este mundo es para los machos! —exclamó, alzando las tenazas que tenía por manos—. Anda, échale un vistazo a la mercancía, tengo de todo: mutantes, robots, parrilla mixta y mujeres. Podemos negociar un descuento.
        —¿Mu-mujeres?
        —¡Importadas de china! Nada de esa vaina plástica hecha en el Imperio.
        El Cliente miró hacia el extremo de la barra donde se apoyaban las meretrices y arrugó la cara.
        —Nuuu, capi —protestó—. No cambio a mi burrita ni por todo el oro del mundo.
        —Vamos, ya sé que se ven grotescas, sin brazos ni ojos, pero te aseguro que son unas auténticas batidoras —el Coronel tomó de la mesa contigua una garrafa de Cocuy y llenó dos copas—. Bueno, realmente no te pierdes de nada, estas putas no son como las de antes. Desde que el meteoro y la súper bacteria venérea acabaron con todas ellas, hallar a una mujer, una de verdad, se ha convertido en una auténtica hazaña. Yo particularmente prefiero a las hembras con rabos enormes pero… escucha bien, cabrón, este es otro mundo con otras costumbres, aquí no se halla ni siquiera una doña para un rosario, no se halla nada, así que más te vale que cuando tengas una cuchara enfrente, sea gorda, peluda o maloliente, no dudes en meterlo. ¡Meterlo, carajo! Puede que seas la última esperanza de este planeta, o al menos de Coro.
        De pronto un gran estruendo se escuchó en el cielo. ¡BROOOOOM! La clientela alzó la vista al techo y observó nerviosa cómo la bola de espejos y los bombillos empezaron a mecerse. «¿Otro meteoro?». Enseguida se oyó un silbido ensordecedor y todo el burdel comenzó a temblar, mesas, sillas, vasos, algunas botellas rodaron por el suelo y otras se hicieron añicos.
        Los primeros en salir corriendo fueron los que se encontraban en la barra. Los más rezagados, aquellos dentro de los baños y en los cuartos recibiendo servicios, dejaron atrás pantalones, sostenes, billeteras…
        —¡Mi burra! ¡Mi burra! —clamó el afligido Careconcha al no hallar en la entrada a su amante cuadrúpeda—. ¡Alguien ha cogido mi burrita!
        En el instante en que la horda emergió del lupanar, pasaron sobre sus cabezas los enormes flotadores de un hidroavión en llamas que desprendió el techo del establecimiento y se estrelló lejos, en el horizonte.


Incluída en "Niños, meteoros y otros causantes el fin del mundo" (2014).


R.

16 abr 2015

Irse / Mind

2015




"Las fases de un suicida, su deshumanización transmutada en un animal, Muerte, descomposición física y posterior desintegración".

El presente corto es un trabajo académico para la materia Arte Audiovisual Experimental de la carrera TSU Artes Audiovisuales (VIII Trimestre) UNEFM.

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Dirección y edición: Ricardo Díaz Borregales.

Actuó: Yeglimar Pereira.

Audio:
"Birds in the forest with a stream in" – Salami Sound
“Screaming Cat Sound Effect” - https://www.youtube.com/watch?v=lSr7H...

Santa Ana de Coro - Venezuela - 2015


ADVERTENCIA: ESTA ES UNA PUBLICIDAD ENGAÑOSA.
El presente corto es un trabajo académico SIN FINES DE LUCRO, realizado por Carol Zavala, Ricardo Díaz Borregales, Fernando Acosta, Gleudy De León, Daniel Aranda y Nery Yaraure, para la materia de GESTIÓN Y MERCADEO, de la carrera de TSU en Artes Audiovisuales. UNEFM.

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Santa Ana de Coro - Venezuela - 2015


R.

6 abr 2015

Edén: Coro (Capítulo II)

2014

Intro
Capítulo I


Días atrás:

A 10.000 metros de altura el hidroavión comenzó a sacudirse con violencia. Uno de los pasajeros, Indio Lenon, despertó en medio de la turbulencia y desorientado miró a su alrededor. Se sobresaltó al descubrir en el asiento de al lado a un payaso, uno de verdad, de cara blanca y nariz roja. «Aquí dejan viajar a cualquiera», se dijo. De niño había visto a Popy en un acto de su escuela, pero ni siquiera entonces estuvo tan cerca.
Ya más tranquilo se asomó a la ventanilla y observó con sosiego la densa negrura. Observó, pesaroso, su propio reflejo.
Indio Lenon, la dilatada estrella de rock de los ‘90, era un espécimen en peligro de extinción. Ya nadie compraba discos; por ende, el sello disquero le obligaba a embarcarse en giras de promoción por todo el país, siempre de aquí para allá, siempre en vuelos baratos, siempre solo... «¿Qué clase de vida es esta?» se preguntaba el Indio, deprimido.

Aquella mañana le había costado un mundo levantarse de la cama jamás hubo frase mejor dicha. Bañarse, vestirse y tener todo listo para estar a tiempo en el hidropuerto fue una verdadera proeza.
—No vayas a comer nada durante el vuelo —le aconsejó en el andén su bella y atenta Mecamante, un dulce robot doméstico de tercera generación.
—Despreocúpate, amor —le contestó él, sonriente.
¡Ah, cómo adoraba a su Mecamante! Desde que la adquirió, hace más de un año, nunca antes se había sentido tan bien atendido, nunca antes tan complacido. Con ternura besó aquellos labios sintéticos y suavemente la tomó por el cuello. ¡TRACK! Giró su cabeza 360° y le puso baterías nuevas en el compartimiento de la cerviz. «Ojalá fuera real» pensó con tristeza mientras embarcaba y le decía adiós con la mano, «de regreso la llevaré a cenar».
De haber sabido…

¡PAF! Un manotazo en el hombro sacó a Indio Lenon de su abstracción.
—Muchacho —le habló su vecino, el payaso—, te vas a morir de la risa con lo que te voy a contar. Verás, siempre quise ser un bufón; en mi cumpleaños número nueve papá y mamá me llevaron a conocer el circo, fue lindo, había leones, jirafas, trapecistas; por desgracia de regreso a casa chocamos de frente contra un tractor y salí disparado del auto. Perdí mi dentadura y a toda mi familia. ¿Te gustaría verme sonreír?
Indio Lenon no se atrevió a pronunciar palabra alguna. «No, este no se parece en nada a Popy. Da más miedo». 
De repente las luces que indicaban abrocharse los cinturones se encendieron, los motores del hidroavión se apagaron y bruscamente comenzaron a descender en posición vertical. Todos a bordo entraron en pánico cuando una de las Mecazafatas pasó deslizándose por el pasillo-tobogán gritando: «¡NOS MATAMOS! ¡NOS VAMOS A MATAR!». Y mientras caían en picada el payaso no paraba de reír. Aquella boca era un oscuro y profundo agujero desdentado. 
Hilarante.


Incluída en "Niños, meteoros y otros causantes el fin del mundo" (2014).


R.

3 feb 2015

Edén: Coro (Capítulo I)

2014

Todo eso está muy revuelto, por ahí pa’rriba.
No se habla sino del fin del mundo que ya y que se acerca.
Y no es para menos, con tanta maluqueza que se comete en la tierra.

Cantaclaro, Rómulo Gallegos

Intro

     Arena hasta donde alcanzaba la vista. A la gente como le gustaba este paisaje hostil, el sol, el calor, el viento que pica… ¿Habrá algo más sabroso que rodar cuesta abajo por Los Médanos y llenarse el culo de arena?

     A lo lejos, entre las dunas de aquel estéril y post-apocalíptico desierto de Coro, el sonido de un tanque de guerra se dejaba escuchar.
     BBBBRRRRRRR… ¡CRASH! ¡TRASH!
     Bajo sus poderosas orugas la carrocería de un antiguo auto volador quedó aplastada; un robot y un fósil de lavadora hechos añicos; chatarra tecnológica pulverizada.
     BBBBRRRRRRR… ¡CRASH! ¡TRASH!
     Dentro del vehículo, los dos tripulantes debían hablarse a gritos para oír sus voces por encima del ruidoso motor:
     —¡Párame bola! —exclamó la última mujer del planeta—. Te digo que no queda casi nada de Falcón. Todo lo que había del “cuello” para arriba está bajo las aguas; de ese mar infestado de krákenes apenas sobresalen los mechurrios y la puntica del cerro Santa Ana… Ignoro qué fue lo que pasó, solo sé que ese día de la inundación yo traía a mi viejita agarrada por una mano y el agua me la jaló; «¿para dónde vas má?» le grité, y cogió para allá abajo…
     BBBBRRRRRRR… ¡CRASH! ¡TRASH!
     El blindado armatoste esquivó un escarabajo monstruoso y casi se lleva por delante el Monumento a La Madre, un triste recuerdo de aquellos fértiles años que ya jamás volverían.
     —¿Que qué pasó? —preguntó consternado Indio Lenon, compañero de viaje y última estrella de rock del planeta—. Pues pasó que el Señor, enfadado, envió desde el cielo un meteoro a destruirnos; pero no hubo tal fin del mundo, nooo, eso hubiese sido demasiado piadoso, sobrevivimos; aunque lo peor vino después cuando comenzaron a morir las mujeres. Al principio solo hubo cierta escasez; luego proliferó una depredación sexual que terminó convertida en norma social. Algunos hombres, dueños aún de su honra y cordura, defendieron a sus hijas y hermanas hasta la muerte. Otros no.
     El tanque sorteó los restos del Parque Ferial y se enfiló por la desquebrajada avenida Independencia. La sobrecogedora paz atómica que les recibió en Los Tres Platos los turbó. De no haber presentido el peligro se habrían bajado a tomar fotografías.
     —En fin —prosiguió el Indio, ya más calmado—, un día la humanidad despertó de su locura y vio que entre las pocas criaturas que aún poblaban este planeta no había ninguna mujer. Entonces el hombre lloró, desconsolado comprendió que estaba solo. Y peor aún, que sin descendencia su extinción era algo inminente.
     Piano a piano continuaron el safari. Coro ardía bajo aquel abrasador fuego solar. La fauna mutante y los eternos cardones que nunca dejaron de reclamar sus derechos ocultaban de a poco los restos de aquella extinta urbe de barro. No obstante, entre el caos de espinas y vigas retorcidas aún se apreciaban atisbos de civilización: anuncios de bebidas refrescantes y vieja propaganda electoral; Manaure, el gran Caquetío, ya no ofrecía alimento a los visitantes, su brazo amputado yacía inerte ante sus propios pies; de aquel centenario Arco de la Federación, demolido y erigido media docena de veces, finalmente no quedaba rastro; más adelante, en la esquina Trébol, un viejo pigmeo seguía vociferando: «¡La vida! ¡La vida! ¡Llévate la vida!».


Incluída en "Niños, meteoros y otros causantes el fin del mundo".


R.