Intro
Capítulo I
Días atrás:
A
10.000 metros de altura el hidroavión comenzó a sacudirse con violencia. Uno de
los pasajeros, Indio Lenon, despertó en medio de la turbulencia y desorientado
miró a su alrededor. Se sobresaltó al descubrir en el asiento de al lado a un
payaso, uno de verdad, de cara blanca y nariz roja. «Aquí dejan viajar a
cualquiera», se dijo. De niño había visto a Popy en un acto de su escuela, pero
ni siquiera entonces estuvo tan cerca.
Ya
más tranquilo se asomó a la ventanilla y observó con sosiego la densa negrura.
Observó, pesaroso, su propio reflejo.
Indio
Lenon, la dilatada estrella de rock de los ‘90, era un espécimen en peligro de
extinción. Ya nadie compraba discos; por ende, el sello disquero le obligaba a
embarcarse en giras de promoción por todo el país, siempre de aquí para allá,
siempre en vuelos baratos, siempre solo... «¿Qué clase de vida es esta?» se
preguntaba el Indio, deprimido.
Aquella
mañana le había costado un mundo
levantarse de la cama —jamás hubo frase mejor dicha—. Bañarse, vestirse y tener todo listo para
estar a tiempo en el hidropuerto fue una verdadera proeza.
—No
vayas a comer nada durante el vuelo —le aconsejó en el andén su bella y atenta Mecamante, un dulce robot doméstico de
tercera generación.
—Despreocúpate,
amor —le contestó él, sonriente.
¡Ah,
cómo adoraba a su Mecamante! Desde
que la adquirió, hace más de un año, nunca antes se había sentido tan bien
atendido, nunca antes tan complacido. Con ternura besó aquellos labios
sintéticos y suavemente la tomó por el cuello. ¡TRACK! Giró su cabeza 360° y le
puso baterías nuevas en el compartimiento de la cerviz. «Ojalá fuera real»
pensó con tristeza mientras embarcaba y le decía adiós con la mano, «de regreso
la llevaré a cenar».
De
haber sabido…
¡PAF!
Un manotazo en el hombro sacó a Indio Lenon de su abstracción.
—Muchacho
—le habló su vecino, el payaso—, te vas a morir de la risa con lo que te voy a
contar. Verás, siempre quise ser
un bufón; en mi cumpleaños número nueve papá y mamá me llevaron a conocer el
circo, fue lindo, había leones, jirafas, trapecistas; por desgracia de regreso
a casa chocamos de frente contra un tractor y salí
disparado del auto. Perdí mi dentadura y a toda mi familia. ¿Te gustaría verme
sonreír?
Indio
Lenon no se atrevió a pronunciar palabra alguna. «No, este no se parece en nada
a Popy. Da más miedo».
De
repente las luces que indicaban abrocharse los cinturones se encendieron, los
motores del hidroavión se apagaron y bruscamente comenzaron a descender en
posición vertical. Todos a bordo entraron en pánico cuando una de las Mecazafatas pasó deslizándose por el
pasillo-tobogán gritando: «¡NOS MATAMOS! ¡NOS VAMOS A MATAR!». Y mientras caían
en picada el payaso no paraba de reír. Aquella boca era un oscuro y profundo
agujero desdentado.
Hilarante.
Incluída en "Niños, meteoros y otros causantes el fin del mundo" (2014).
R.
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